viernes, 24 de julio de 2009

La esquina para el fumador.

Caminó la calle.
No es tan larga. Todavía puede encontrar lo que buscaba.
Y dejar caer la lluvia.
Pero sería raro, en estos tiempos de nubes que no llueven.
Se sienta en una esquina. Prende un cigarro. Saca una hoja, un lápiz y garabatea, no sé si dibuja o escribe.
Por delante, se atravieza una mujer.
Los ojos de Él le siguen los pies.
Y las manos, blancas y frías, manos desnudas. Manos que no pueden ni quieren agarrar nada. Ni siquiera uno de sus cigarros.
Él la ve doblar, piensa en la mujer y toda su hermosura podrida.
Su cigarro ya es ceniza, contra el viento intenta encender otro.
Pero la calle está igual.
Escucho algo. A lo mejor es Él, que se acuesta. No sé, ya no lo miro.
Me dejo caer contra el marco de la ventana. De alguna manera comprendo que ya no está garabateando nada.
Mi casa es tan parecida a la calle, ten esquina y cigarro, tan mujer sin mujer adentro.
La calle no es tan larga, pero no voy a caminar más.
Cualquier esquina es tan perfecta para dejarse olvidar.

1 comentario:

  1. vos no sos esa mujer que pasa caminando,
    pero para nada
    porque vos sos tan mujer, tan mujer adentro.

    ResponderEliminar