viernes, 20 de noviembre de 2009

Un diario

Él se levanta jueves en la mañana y agarra su diario de la mesa. Sale, camina y en el colectivo lo escribe y así es más diario. Se le resbala y queda en el asiento. Una chica lo encuentra y se vuelve un cuento. En la tercera página se aburre, saca un marcador rojo y lo dibuja. Después lo deja, ¿para qué llevarlo a casa? El chofer llega a la terminal Hurlingham y busca cigarrillos pero no tiene. Se fija si queda alguien en el coche y patea un libro que algún infeliz le dejo ensuciándole la máquina. El libro cae cerca de un linyera que tirita de frío. Él lo mira de reojo y de a poco se da vuelta y va a buscarlo. Enfrente de él un fueguito triste, minúsculo, da algo de luz. El papel del diario quema fácil porque es de buena calidad, grueso. El cartón de la tapa resiste un poco más, pero al final arde también. Salpican rojo y naranja, se retuercen la hojas y el linyera es más feliz, por el calor y porque el fuego divierte. De chiquito, quería ser chef de parrilla.
La madrugada es pálida y fría. Nunca hay gente en la terminal. Un montón de cenizas vuelan con el viento del día y se pierden.

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